EL CARÁCTER DEL DIRECTOR DE CORO

El director musical surge de la necesidad de conseguir que, tanto instrumentistas como cantantes, avanzasen en la partitura a la vez. Por ello, su principal función en un inicio fue la de marcar el compás. Posteriormente, en el Romanticismo, la música alcanzaría una elevada riqueza expresiva demandando del director que, además de marcar el compás, transmitiese el carácter y la dinámica de la obra a través de sus gestos. Por ello, a partir de este momento, la dirección no podrá ser asumida por cualquier persona, siendo indispensable que quien ocupe este cargo sea un músico con conocimientos técnicos elevados y una alta sensibilidad.

El papel imprescindible del director musical puede entenderse, hoy en día, desde la necesidad de contar con un criterio interpretativo único para todos los ejecutantes. Miguel Ángel Jaraba Sánchez, en su libro Teoría y práctica del canto coral, señala que es como si el director fuese el intérprete y los músicos su instrumento, pero un instrumento este que está vivo: siente y piensa. Por tanto, no le será suficiente con poseer una gran técnica, sino que necesitará también conseguir un alto nivel de entendimiento personal con los músicos. En las agrupaciones no profesionales esta necesidad es aún mayor.

Para dirigir un coro amateur, en el que la mayoría de sus componentes no saben música, es indispensable poseer aptitudes pedagógicas. En este caso el director debe desempeñar principalmente la función de educador, enseñando a sus integrantes a ser unos dignos coralistas, dentro de un ambiente cordial acorde a una actividad de ocio.

Quien pretenda hacerse cargo de la dirección de una agrupación coral, debe conseguir que su perfil humano y su perfil de músico se complementen, ya que un músico de altas capacidades con mal carácter, o mediocre pero complaciente, nunca podrá llegar a ser un buen director de coro. Es necesario que sea una persona con las ideas claras, segura de sí misma, con carácter para hacerse respetar pero sabiendo también escuchar a los demás. Que posea ciertas competencias psicológicas que le permitan establecer una sana relación, de igual a igual, con todos los integrantes del grupo. Debe ser un líder y un ejemplo para todos ellos, capaz de imponer su autoridad sin resultar autoritario, y de inspirar confianza y afecto. Si se muestra inseguro o le ven flaquear en sus convicciones, el coro no confiará en él, pudiendo intentar desestabilizarle y manejarle según sus intereses.


Como músico, el director debe poseer una amplia y sólida formación. Que sepa cantar será determinante para que el coro alcance la calidad sonora. No necesitará tener una gran voz, pero sí conocer la técnica que le permita usarla correctamente, aprovechando al máximo sus posibilidades. En un coro, a la hora de interpretar conjuntamente la partitura, todos deben actuar por imitación. Si el director no sabe mostrar con su voz el ejemplo, tendrá complicado conseguir que el coro cante como desea. Él debe ser quien cante primero y muestre la expresividad y sonoridad que requiera la obra, y los cantantes después tendrán que imitarlo acercándose lo más posible a sus propuestas.

En verdad, contar con grandes conocimientos musicales no le será suficiente si no sabe transmitirlos. La pedagogía, por tanto, será algo indispensable en su labor. Existen músicos asombrosos, referentes en su instrumento, que no son capaces de desempeñar una buena labor docente.

Atendiendo a todo lo que acabo de exponer se entenderá la frase "un coro es el reflejo de su director", que nos decía uno de mis profesores de dirección. Y es que casi todos los aspectos del desempeño grupal girarán en torno a él, llegando a ser un fiel reflejo de su personalidad artística y humana. Por tanto puede llegar a aceptarse que no hay coros buenos o malos, sino buenos o malos directores. Las agrupaciones corales que a lo largo de su historia han sido dirigidas por diferentes personas, lo habrán experimentado. En mi opinión, un director debe estar al servicio del coro para ayudarle en todo momento, por encima de lucimientos personales.

Un buen director será capaz de motivar al coro, mostrando una actitud humilde y atesorando mucha paciencia. Tendrá que asumir el papel de líder, controlando la vanidad y el ego. Según Jaraba, todo dependerá de su grado de madurez. Técnicamente, la labor que desempeñará puede resumirse en la selección de nuevos cantantes, la elección del repertorio, el estudio de las partituras, la pedagogía del ensayo y la técnica de dirección. Con el estudio de las partituras deberá vislumbrar lo que le conviene al coro atendiendo a sus capacidades, y basarse en ello para la elección del repertorio por encima de intereses o gustos personales.


A continuación voy a exponer un par de ejemplos negativos, con la intención de facilitar el reconocimiento de actitudes docentes que no se deben consentir. Ambos son casos reales difundidos por la prensa, que aunque no estén protagonizados por directores de coro pueden servir para ilustrar esta cuestión.

Hace apenas unas semanas, varios medios se hicieron eco de la absolución de un profesor de violín del Conservatorio Superior de Música de Oviedo, acusado de abusar de una alumna y de trato denigratorio en sus clases, llegando a llamarla "retrasada mental". La jueza no ha visto indicios de delito sexual y considera que, aunque los métodos utilizados sean reprobables, el docente buscaba "la excelencia". La alumna tenía veinte años cuando denunció los hechos y el profesor era conocido en el centro por ser "autoritario, exigente y despótico". A pesar de ello el alumnado lo escogía, por delante de otras opciones, por su gran prestigio y por los resultados que conseguía.

Por otra parte, el Tribunal Superior de Justicia de Galicia ratificaba, a finales de 2020, la suspensión de funciones impuesta a un profesor del Conservatorio Superior de Música de Vigo. Los motivos alegados fueron "abuso de autoridad" y "comportamiento desconsiderado" con sus alumnos, a los que llegó a decirles que eran un coro de hienas, riéndose de su forma de tocar.

Actitudes como estas, de músicos sin control de su ego y a menudo con un elevado prestigio, son una triste realidad no solo en conservatorios sino también en orquestas y coros. En ocasiones, los casos son de sobra conocidos y hasta consentidos por las instituciones.

Riccardo Muti, considerado uno de los mejores directores de orquesta del mundo, presentaba su dimisión en 2005 como director musical de La Scala de Milán, ante las críticas de los propios trabajadores del teatro. Muti es famoso por su mal genio y dirigió La Scala con bastón de hierro, como su propio feudo privado, según algunas publicaciones en prensa que difundieron la noticia. En 2011 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Otro director mundialmente reconocido, Daniel Barenboim, fue acusado de malos tratos en 2019 por varios músicos de orquestas que él había dirigido, detallando insultos, humillaciones e incluso ataques físicos.

Sin duda, se pueden conseguir unos excelentes resultados musicales sin recurrir a estos métodos. El camino debe ser el que he comentado al principio: humildad y pedagogía; con la máxima exigencia, por supuesto, pero también con el mayor respeto.
 
Dirigir un coro es una tarea apasionante que conlleva una gran responsabilidad, pues tienes en tus manos, además de la música, a personas que dependen de ti, y te entregan su tiempo y su confianza.

¿Has conocido a directores con mal carácter? ¿Has tenido una mala experiencia con algún profesor? Si te apetece, cuéntamelo en un comentario.

Referencias:
-Jaraba, M. A. (1989). Teoría y práctica del canto coral. Istmo.

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